Ethel tiene 4 perros y todo el tiempo se fija en cómo otres cuidan a sus mascotas. Pasea con cada uno de sus perrijes por separado y así se garantiza varias vueltas por el barrio. En sus charlas suele levantar ambas cejas a la vez que baja el mentón. No señala con los dedos, pero sacude su cabeza para apuntar hacia dónde queda el origen del chisme que tanto le indigna.
El otro día la encontré media cuadra antes de la avenida. Había dejado el portón de su casa abierto, pero lo relojeaba a cada rato. Un ruido tintineante acompañaba cada uno de sus movimientos. Los autos parecían distraerla.
- Nena, vení que quiero preguntarte una cosita
Las preguntas de Ethel, en general, integran la respuesta dentro de su ejecución. Es decir, en general ya sabe lo que pregunta (o al menos cree que lo sabe, quiere que sepas que lo sabe y que sepas lo que piensa de lo que cree que ya sabe). Es experta en hacer preguntas innecesarias. Con un método fuertemente inductivo, juega a Sherlock Holmes para enterarse de todo. Su mejor estrategia: pasear a los perros.
- ¿Anoche anduviste hasta tarde también?
- ¿Cómo?
- Están rompiendo las luminarias, viste?
- No. La verdad no ví nada, Ethel
- ¡Ah! ¡Qué raro que no te hayas dado cuenta!
Hace un par de semanas el barrio está un poco más oscuro. Varias luces de la cuadra dejaron de andar. Ella se pone nerviosa. Ethel frecuentemente se pone nerviosa.
- Supongo que ya lo van a arreglar - le dije.
El ruido de sus llaves se sumó al tintineo gesticular. Insistió en que me acerque a su puerta para conversar mejor pero el ladrido de sus perros no nos permitía escucharnos bien. "Ay, qué barbaridad estos perros", dijo antes de alzar a uno de ellos. Luego, procedió a cerra la puerta de madera que separa al patio delantero del living de su casa.
- Pobrecitos, están nerviosos ellos. Son guardianes por suerte, la calle está muy terrible. Anoche estaba todo oscuro y nos iluminaba la luna nada más, no pudimos pasear tranquilos… en otros lados hay luces por todas partes ¡No parece de noche! Y acá mirá cómo andamos…
Ethel estuvo unos 5 minutos relatando diferentes robos: uno a “la almacenera de acá a dos cuadras”, otro que escuchó “mientras colgaba la ropa cerca de la ventana”, otro que le contó el hijo del muchacho del taller de la esquina, que aparentemente había escuchado antes de salir a la escuela… Todos sucedieron antes del amanecer o justo después de anochecer.
- ¡Es una vergüenza que andemos a oscuras! Parece que son los hijos de la gritona de acá a la vuelta. Andan dando vueltas con la bicicleta andá a saber cuantas horas y la mamá no les dice nada. No tienen límites esos niñitos.
Sus palabras eran tan predecibles que en un momento dejé de escucharla, hasta que me preguntó si quería firmar una planilla que armó para exigir en redes sociales que traigan más patrulleros al barrio hasta que el municipio arregle las luminarias.
- Estoy apurada, Ethel. Discúlpame.
Ehtel me miró como si tuviera puestos los anteojos para mirar de cerca, pero hace años se operó de la vista y ya no los necesita ni los usa. Su papada creció de la indignación.
- Bué… Tené cuidado, nena. Andás muy confiada en la calle.
Al día siguiente, trabajadores de la municipalidad repusieron las luces LED en toda nuestra cuadra. Los pajaritos cantaron toda la noche y el gallo se levantó a cualquier hora.
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